Posiblemente la única novela de la historia que haya ganado más premios que palabras tiene, y eso que tiene muchas palabras ahí, todas puestas en sus páginas. En orden, eso sí, formando oraciones y esas cosas.
La verdad es que la idea de la historia es la típica que a más de uno se le ha ocurrido más de una vez, y la ha desechado porque seguro que no iba a funcionar, aunque no lo hace mal del todo: Los dioses existen en tanto en cuanto la gente los venere y les ofrezca sacrificios, ya sean en forma de devoción y tiempo, carneros muertos, hijos muertos… Y no sólo los dioses: Los héroes populares como Johnny Appleseed (lo que vendría a ser un señor que plantaba manzanos y le veneraban en los EEUU como a Belén Esteban en España, más o menos) también existen y pululan por ahí. Convenientemente, los dioses no antropomorfos pueden adoptar apariencia humana, lo que permite que el populacho no tenga en la mayoría de ocasiones conciencia de la existencia de los dioses.
He de reconocer que la novela está muy bien narrada, al menos según los estándares que yo pueda tener en inglés, que tampoco son demasiado elevados, supongo. Se hace muy amena y pasas un muy buen rato, aunque en más de una ocasión te hace levantar una ceja y decir ¿Ya? Eso sí, los muy amantes de la cultura gringa se pueden frotar las manos y releer una y otra vez muchas partes del libro, pues casi parece un trasunto de antropología novelada.
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