jueves, 19 de abril de 2012

Crónicas del Viento, de Kan Furuyama y Jiro Taniguchi





Juubei Jagyuu* es uno de esos personajes históricos que se presta mucho al romanticismo y a la ficción, y en Japón ha sido explotado hasta la saciedad en películas, mangas, series y demás, entre otras cosas porque combina el ser considerado por la cultura popular uno de los mejores espadachines de la historia con el tener un periodo de 12 años del que se desconoce prácticamente todo, cosa poco habitual en alguien que no sólo vivía en el palacio del shogún por ser el instructor de esgrima del mismo sino que desapareció estando en el cargo, y reapareció como si nada hubiese sucedido tras una docena de años. Por otra parte, esa manía (por llamarla de alguna manera) de los japoneses de buscar siempre al más fuerte de la historia me resulta muy curiosa, pero da pie a comparaciones históricas de otra forma imposiblemente aburridas. En este caso trazan un paralelismo entre el personaje de Juubei y el que en el imaginario japonés es considerado el más fuerte de la historia, Musashi Miyamoto, dándole a Juubei un rival no histórico calcado en diseño y con una técnica de esgrima idéntica a las que la tradición atribuye al archienemigo de Musashi, Kojirou Sasaki.

Si bien este manga no se centra exclusivamente en las tortas, bofetadas y toñinas, pues el guión de Kan Furuyama está bastante trabajado sobre todo en el aspecto histórico, el trabajo gráfico de Taniguchi (que personalmente me parece un genio) es maravilloso. Taniguchi consigue equilibrar bastante bien el dibujo detallista con la sensación de velocidad en los combates, aunque el pobre Juubei tenga la misma cara de estreñido que el protagonista de Sousaka Sha (El Rastreador).

La historia puede leerse como un tebeo de acción a secas sin tener ni la más remota idea de Historia, y si eso se pretende el cómic cumple su función a la perfección y el resto de la reseña es innecesario: la historia está bien hilvanada y las tortas molan, nada más que añadir. Si lo que se busca una oda al frikismo histórico habría bastante más que añadir: todo el manga está lleno de guiños históricos y referencias a la cultura popular para los paladares más fanáticos.

El tebeo empieza con Kaishu Katsu contándole a unos cuantos prebostes del gobierno Meiji por qué rindió el castillo de Edo en vez de plantar batalla. Katsu, además de dar la versión en general más aceptada de su decisión (se rindió para no abocar Japón a una guerra civil larga y cruenta de la que sólo salrían beneficiadas las potencias extranjeras que harían de Japón un protectorado), habla también de la influencia que en su decisión tuvieron las crónicas secretas Yagyuu, el Kojiki y el testamento del primer shogún Ieyasu Tokugawa.
Situando: estamos a finales del s.XIX, Japón acaba de salir de 300 años de sistema feudal para entrar de lleno en ese engendro extraño llamado era Meiji en la que había desde algo parecido a demócratas, mucha gente con una ideología ligeramente similar a nuestros absolutistas, amantes de lo occidental, sonnou joi pirados (como añadido rocambolesco, algunos de ellos amantes de la ciencia occidental) y en general lo único que estaba claro era qué nobles y feudos habían ganado la guerra y que el dinero era la nueva nobleza. Eso y que el emperador era a la vez persona y dios viviente descendiente de amaterasu según el Kojiki, esa biblia que apareció de la nada.
En el tebeo los elemento literario que unen realidad y ficción son el testamento de Ieyasu y el Kojiki, confiados a la familia Yagyuu para su protección y para que fuesen entregados a quien gobernase Japón en un momento futuro de gran peligro nacional. Las crónicas de los Yagyuu, el documento de Historia familiar del que habla Kaishu Katsu existe realmente, ya era habitual entre los nobles de rancio abolengo escribir las crónicas familiares. Éstas son las que cuentan la historia propiamente dicha, con un intento de golpe de estado muy similar al que tendría éxito en la era Meiji y contra el que el valiente muchacho conocido como Juubei luchará.

Entrando ya en farina, (en adelante OJOCUIDAOS, SPOILERS y demás destripes de trama) durante el reinado del emperador Go-Koumyou y el gobierno del tercer Tokugawa alguien irrumpe en el templo donde los Yagyuu custodian el testamento de Ieyasu y lo roba. Tras investigar lo sucedido, Juubei y su familia, defensores de la paz eterna del shogún descubren que todo es un complot del emperador retirado Go-Mizunoo (Gominoo en su nombre de monje, que es el que toman en el manga) para hacerse con el control de Japón y hacer que el emperador (y los que vengan detrás) vuelva a ser la máxima figura de autoridad y detentar el poder real y efectivo. Gominoo consigue ganarse el favor de varios daimyos (señores feudales) y de muchos desharrapados con promesas de bajadas de tributos (algo que durante las guerras civiles japonesas se hacía con tanta frecuencia como se olvidaban tales promesas en cuanto se vencía, matando a quienes osaban recordarlas) y escapa del férreo control al que le tienen sometido. Es evidente cómo acaba todo si la Historia sigue su curso y no se guardan registros de lo ocurrido, pero sirve de excusa a Kan Furuyama para contar cómo Juubei se queda tuerto acaba llevando su famoso parche. Además, después de ver este festival de espingardazos, cañonazos y espadazos nuestro héroe decide perfeccionar la vía de la espada y acabará escribiendo su relativamente famoso tratado sobre esgrima y el arte de hacer pupa sin matar demasiado.
Por supuesto no puede terminar esto aquí, y unos pocos años después, a la orilla del río con uno de los contendientes llegando en barca, tendrá lugar la batalla final.

*En esta reseña castellanizaré los nombres poniéndolos antes que el apellido. Además, las palabras japonesas que doblan vocal las escribiré doblando la vocal. No es una romanización ortodoxa pero no sé escribir de manera automática las tildes rectas sobre las vocales que son habituales en estos casos.

sábado, 14 de abril de 2012

In Milton Lumky Territory, de Philip K Dick



Y a pesar de todo, no del Philip K. Dick que todos conocemos. Para empezar, no es una ficción científica, no hay ciencia ni fantasía ni nada que se le parezca, en su lugar hay normalidad, una sociedad cuadriculada y previsible (los EEUU de finales de los 50 y principios de los 60) y sobre todo hay vacío. Me lo pareció al leerla y buscando algo de información adicional para esta reseña he visto que no soy el único al que se lo pareció. La novela, escrita en 1958 fue rechazada 12 veces por distintas editoriales, y se publicó póstumamente. Cuando un editor de Crown Publishing respondió devolvió la novela al agente de Dick, lo hizo con esta nota[1]:


   I don't know what to say about Philip Dick. He has extraordinary talent, tremendous facility, and acute penetration. He is able to lay bare the essential core of a situation in a few deft strokes. He has a flamboyance and an extraordinary eye for detail. The problem: His outlook on life, which is bleak and as chilling as any it has been my misfortune to come across.... What he does is to write in flat understatement a detailed analysis of the emptiness of everything so that the writing takes on an emptiness itself... We have seen three of these now, and they all have the same vacuum-like outlook.


La historia se centra en Bruce, un comercial de compras de unos grandes almacenes (algo parecido a los Sears actuales, aunque con el planteamiento de la época; sin fidelización de proveedores, redes de distribución discontinuas etc.) que en uno de sus viajes a su pueblo natal acaba emparejado con una profesora del colegio de la que estaba "secretamente enamorado", o todo lo enamoriscado que puede estar un chaval al que no le han bajado los testículos. Curiosamente Milton Lumky no aparece hasta más o menos la mitad de la novela, en la que ya digo que realmente no ocurre nada, pero tampoco es esta la típica novela de Dick. Tampoco es una novela introspectiva, es una historia de ambición (moderada, nadie pretende ser Presidente de los Estados Unidos), sobre envidia, sobre vínculos sociales y familiares que más parecen fórmulas contractuales, sobre lo que pudo ser y no fue y sobre la soledad. Por momentos es una parodia del Sueño Americano "Don't be so timid. Nobody starves in this country", la mujer pretendiendo ser ese modelo de madre y esposa preguntándole a su marido "Am i enough of a cook for you" Es, si se me permite el anacronismo, una bomba nuclear escondida en el sótano de la Familia Brady.

Entiendo que Dick se sintiese totalmente desesperado después de ver rechazada esta novela (y no una, sino doce veces): A pesar de que algunos de sus tics habituales aparezcan de vez en cuando (La locura, la soledad, el tomar somníferos como gominolas...) la calidad literaria de In Milton Lumky Territory es muy superior a la de la mayoría de sus novelas más conocidas: No hay (desde mi más profunda admiración y respeto) trucos de saltimbanqui ni martillazos inesperados para cuadrar un círculo y su estilo generalmente seco y poco descriptivo se equilibra. Aunque no pase nada no dejas de leer porque en ningún momento ves que te estén tomando el pelo. Bien mirado, el estilo de PKD en esta novela es el opuesto absoluto de la postnovela: Si en la postnovela te hacen creer que todo es importante hasta que la historia se autodestruye como las órdenes del Inspector Gadget, aquí nadie te avisa a bombo y platillo que todo lo que lees es importante hasta que todo ha encajado y ves que nada podía ser de otra manera, que el azar acaba al poco de empezar la novela y el resto ya era imparable. Resulta curioso cómo PKD parece querer alejarse de sus habituales aventuras teológicas no sólo haciendo a Bruce un personaje que no sé si me atrevería a tachar de agnóstico sino riéndose de la propia idea de tomarse en serio la religión (como más tarde se tomaría a chufla religión y ateísmo en La Invasión Divina)

-I've been thinking about it, trying to figure out what it is that's wrong with you, why you're the way you are. I think I've finally got you figured out. You don't believe in God, do you?
This time he did laugh. This time the question was too inane and too seriously asked; he began to giggle and once he had started he could not stop. He found himself lying back in his chair, his hands over his eyes, wheezing and weeping, gasping (...) And still he could not stop. The more he tried to stop, the harder it became to stop. At last he lost the ability to make any sound at all. Even his laughing was soundless. 

Como nota final decir que a pesar de esa "disección del vacío que nos rodea", de esos personajes que se traicionan a si mismos continuamente y son escépticos para unas cosas y comprahumos para otras (como toda la recua de escépticos oficiales españoles comprando el 15M con alegría y despreciando un par de siglos de ciencias sociales con no menos alegría), que son moralistas de palabra y amorales en sus actos, de ese realismo que lo impregna todo y no deja espacio alguno a la fantasía más que en forma de demencia; y a pesar de todo ello la novela en ningún momento se toma en serio, no puede describir el vacío si se lo toma muy en serio y quiere llenarlo. Como dijo el editor: "What he does is to write in flat understatement a detailed analysis of the emptiness of everything so that the writing takes on an emptiness itself..."


[1]: http://www.philipkdickfans.com/mirror/websites/pkdweb/MILT%20LUMKY.htm