sábado, 20 de febrero de 2010

American Psycho y Glamourama, de Bret Easton Ellis

Con American Psycho, Bret Easton Ellis, además de convertirse en una suerte de rockstar de la literatura contemporánea norteamericana, demostró tener un dominio magistral de la escritura esquizofrénica. Impulsada por sus brutales escenas de tortura y por un personaje -Patrick Bateman- que es ya casi un icono, la novela se convirtió en uno de los libros más controvertidos y, por ende, vendidos de 1991.
Efectivamente, el libro se vendió de maravilla, pero aún fue mayor el eco crítico que recibió. A parte de las sesudas reseñas en las secciones literarias de los periódicos, American Psycho se convirtió, en cierto modo, en una obra de culto masivo (casi oxímoron) citada hasta la saciedad entre los jóvenes universitarios de ligeras carreras de humanidades (leáse Periodismo, Comunicación Audiovisual, Sociología, y otras vaguedades por el estilo).

Sin embargo, es fácil quedarse en la imponente superficie de esta novela. La mayoría de los lectores no logran zambullirse de lleno en el mundo de Patrick Bateman, limitándose a adoptar un rol de mirón cómplice de las atrocidades del joven yuppie neoyorkino. Pero Easton Ellis ofrecía mucho más. Su escritura seca y directa es una herramienta utilísima para controlar el caos latente que impregna cada página de la novela. American Psycho es, en fin, mucho más de lo que parece, que ya es bastante. Como decía, Easton Ellis escribe de forma esquizofrénica. Esto es, sus obras están repletas de interrogantes sin respuesta, de situaciones en las que es difícil distinguir la realidad de la alucinación porque tal vez ambas sean lo mismo; todo envuelto en cierta bruma decadente.

Tal fue el éxito de American Psycho que la resaca le duró a Easton Ellis hasta 1998, año en que publicó su siguiente novela: Galmourama.


Si la historia de Patrick Bateman se situaba en la década de los ochenta, Glamourama se traslada a mediados de los noventa, al mundo de las top models y los restaurantes franquiciados, al universo de las celebridades. A través de los ojos de un modelo y manager de un club de moda obsesionado por SU apariencia llamado Victor Ward, nos adentramos en una sátira bruta sobre las apariencias, la belleza y el vacío moral. Pero, de nuevo, esta obra es mucho más que la historia del triunfador y joven Victor Ward. Es en Glamourama donde Easton Ellis alcanza las más altas cotas de su fabulosa esquizofrenia narrativa.
Como si se tratase de un detective privado,Victor Ward es contactado por un misterioso hombre para que encuentre a una ex-novia que parece estar en Londres. En plenos años noventa, Ward decide ir a la capital de Albión en un ¡crucero trasatlántico!, donde las cosas se complican al conocer a un grupo de terroristas que se hacen pasar por modelos (o viceversa). La sensación de dislocación es constante en el lector de Glamourama. Ellis nos deja estupefactos con una trama ciclotímica que hace que la novela parezca volverse loca en ocasiones, si acaso esto fuese posible. En este sentido, no han sido pocos los que han encontrado similitudes entre la novela y la película de Ben Stiller Zoolander, si bien esta última carece del brutal cinismo característico de Ellis.

La novela mantiene el recurso tradicional de Ellis de usar personajes ya existentes de anteriores obras, siendo el ejemplo más claro el propio Victor Ward, a quien conocíamos de la segunda novela de Ellis, Las Reglas del Juego. También regresan Lauren Hynde y Bertrand Ripleis y hay apariciones mínimas, prácticamente cameos, de Sean Bateman y su hermano, el mismísimo Patrick Bateman. No sé si con conocimiento de causa o sin él, Ellis vuelve a regirse por las leyes de la transgresión, en el sentido menos artístico y más real de la palabra. Glamourama se ríe y al mismo tiempo se nutre de la avaricia, el individualismo, la belleza de Fashion Week, la absoluta falta de empatía de sus personajes y, en definitiva, la decadencia bien maquillada y bien vestida.

Las novelas de Ellis, y Glamourama no es una excepción, producen en el lector una extraña mezcla de fascinación y culpabilidad, al sentirse identificado en ocasiones con tipos como Ward o Bateman. De hecho a mi me gustaría irme de copas con ambos. ¿Es esto un problema? Échenles un tiento y me lo dicen.

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Prácticamente todas las novelas de Ellis han sido adaptadas al cine con mayor o menor acierto. Era algo inevitable. Pero probablemente sea esta la escena que mejor condensa el universo literario de Easton Ellis.

3 comentarios:

  1. Luna Park me dejo un tanto indiferente, pero siempre he creido que la maestria de Easton Ellis es retratar con nitidez robotica las miserias del ser humano y como los tiempos en que vivimos se hacen eco de las mismas.

    Gracias por el articulo y el video. Bateman me ha abierto mi apetito de Ellis.

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  2. Hola Omarrr. Lunar Park se sale ligeramente de lo que nos tenía acostumbrado Ellis, sin embargo creo que sus primeras 50 páginas -más o menos- son toda una declaración de intenciones. Es ahí donde Ellis nos habla de si mismo con sinceridad (y algo de autocomplacencia, todo hay que decirlo) para luego convertirse él mismo en uno de sus personajes. Paradójicamente, el Ellis personaje de ficción no tiene la altura de un Patrick Bateman o un Victor Ward.

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  3. Lo peor de Lunar Park es la prosa, malísima en comparación con sus otras obras. Hasta me hizo dudar de si era él quien la había escrito.

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