martes, 23 de febrero de 2010

Fantasmas, de Chuck Palahniuk

Si te llamas Chuck Palahniuk y tu primera novela publicada se llama “El club de la lucha”, entonces has dado un metafórico puñetazo encima de la mesa del panorama literario norteamericano. Pero si además esa primera novela es adaptada al cine por uno de los directores de moda del momento y empieza a venderse como churros gracias a/por culpa de la mentada adaptación cinematográfica, entonces tienes un problema nada metafórico. Y ese problema se llama cumplir las expectativas generadas. Más de un escritor ha fracasado ante tal tarea (me viene a la cabeza nuestro desnortado José Ángel Mañas y su Historias del Kronen), incapaz de digerir un éxito que, buscado o no, se le ha colado en la rutina.
Sin embargo, Chuck Palahniuk pareció lidiar bastante bien con las presiones y, llevado por su febril imaginación, se dispuso a publicar casi una novela por año. Tras cinco libros que tuvieron un éxito dispar pero que ni mucho menos se consideraron fracasos en el ámbito más pecuniario ni tampoco en el entorno crítico, llegó “Fantasmas”, su séptima novela.

Fantasmas, como casi todas las novelas de Palahniuk, parte de una premisa interesante: tras leer un anuncio en la prensa, un grupo de personas deciden encerrarse durante tres meses en un retiro intelectual denominado Colonia de escritores para que, apartados del mundo y de sus obligaciones, consigan escribir en ese tiempo una obra maestra literaria. Ocurre que esa Colonia de escritores es un desvencijado teatro sin electricidad, ni comida, ni los más básicos suministros. La degeneración está servida.

Existen así dos tramas fundamentales que se entrecruzan en la novela: por una parte el encierro dentro del viejo teatro que nos muestra las relaciones entre los aspirantes a escritores (que en realidad no tienen ninguna intención de escribir nada) y el misterioso organizador de tal experimento; y en segundo lugar cada una de las historias particulares de los encerrados. De este modo, Fantasmas posee una estructura narrativa tan original que se podría denominar como un libro de relatos vertebrados mediante un enclenque hilo conductor. Y digo enclenque porque resulta del todo intrascendente saber cuál va a ser el desenlace del degenerado encierro y, por el contrario, son las historias personales las que nos empujan a mantener la lectura.

La historia que actúa como columna vertebral de la novela transmite una penosa sensación de urgencia que no hace ningún bien al conjunto de la obra. Da la impresión que Palahniuk, mientras escribía este libro, cayó presa de su propia estructura narrativa, rígida hasta decir basta, y en cada capítulo que abordaba la historia del encierro estaba deseando terminarlo cuanto antes.

Palahniuk siempre ha sido un excelente generador de ideas pero un mediocre plasmador de las mismas. Con El club de la lucha como notabilísima excepción, el escritor americano suele perder el norte a la hora de resolver las atractivas historias que plantea; y probablemente Fantasmas sea el ejemplo más sangrante de esta tendencia del escritor americano. La enorme cantidad de personajes provoca que se alternen historias de una altura literaria considerable con otras totalmente mediocres e intrascendentes.

Como en todas sus obras previas, el componente transgresor y el sentido del humor macabro de Palahniuk es evidente, aunque después de seis libros tal vez empieza a ser un tanto predecible y repetitivo. Sin embargo, Fantasmas cuenta con algunos relatos en los que Palahniuk alcanza su intermitente maestría en la plasmación de lo macabro y soez, así como de las pulsiones más decadentes del ser humano medio (occidental). El mejor momento de Fantasmas es el capítulo en el que se nos narra la historia personal de San Destripado, uno de los encerrados. Su título es “Tripas” y lo podéis leer aquí. Es una auténtica gozada macabra.

En suma, una novela ciertamente endeble que en más ocasiones de las deseadas se torna incluso aburrida. Un momento ¿he dicho novela? Definitivamente es mejor tomarse Fantasmas como libro de relatos y saltarse todo lo que forma parte de la trama vertebral para poder disfrutar de los escasos destellos de genio que Palahniuk nos brinda.

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