sábado, 15 de mayo de 2010

Yo-Yo Girl Cop, de Kenta Fukasaku


Yo-yo Girl Cop es una película que podríamos calificar como poco de extraña. Basada en el cómic de finales de los 70 Sukeban Deka (La detective/infiltrada delincuente), cuenta la historia de una criminal adolescente que es repatriada desde Nueva York, y a la que tras una escena lisérgica con mendigos y un niño de por medio, obligan a colaborar con la policía nipona para investigar y desmantelar a un grupo de adolescentes parias-sociales que se dedica a poner bombas por Tokio, y que se coordina a través de la web Enola Gay. Para tamaña tarea, el supervisor tuerto y cojo de su caso le da como arma un yoyo, que la chica aprenderá a usar en el momento adecuado por ciencia infusa.
La película combina algo parecido al thriller, el drama de instituto y la acción asiática demencial. El punto fuerte de la película es el drama adolescente, que hace de algo más que de contexto. A diferencia de las historias estudiantiles a que nos han acostumbrado, esta película deja un mensaje rotundo: Los problemas en el instituto se arreglan, molonidad mediante, con una dosis adecuada de: tortazos a cámara rápida, miradas asesinas y candor con las introvertidas víctimas del matonismo. Nada de intentar llevarse bien con los acosadores, nada de ‘el futuro pondrá a cada uno en su sitio’ o ‘para que la jefa de animadoras se fije en mi debo ser guay’: Una hostia (molona) bien dada a tiempo lo arregla todo. También podemos intentar hallar otros mensajes cifrados como: ‘la genética es mentira’, ‘los gordos con gafas tienen propensión a llamar la atención en los momentos más inoportunos’, ‘los profesores japoneses consideran el matonismo escolar como habitual y tolerable’ o ‘en las investigaciones no hace falta encontrar al malo, él te encuentra a ti’.
A nivel cinematográfico la película no es de brillante factura como dirían en El País: Combina planos de pelea acelerados entre adolescentes, luchas con armas increíbles y explosiones falsas, y tomas eternas de chicas mirando al horizonte desde la terraza del instituto. La sensación general es bastante confusa. Resaltar que las escenas de matonismo causan bastante desasosiego a pesar de lo grotesco de los castigos por la impotencia que reflejan. Mención especial para la ídol protagonista, Aya Matsuura, que pasa de la imitación de grandes como Steven Seagal o Omar Epps a la mirada de loco de Los Feos También Mojan.
En resumen: una película bastante extraña. Para los amantes del cine cutre, las películas de instituto, el cine asiático deslavazado, fetichistas y admiradores de ídols o una mezcla de todo ello.

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