Cuenta la leyenda que una joven bretona llamada Úrsula se convirtió al cristianismo prometiendo guardar su virginidad y decidió realizar una peregrinación a Roma y para lograr la consagración de sus votos. El Papa Ciriaco la recibió y consagró sus votos de virginidad perpetua y así poder dedicarse a la prédica del evangelio.
En el viaje de regreso a Britania, Úrsula fue sorprendida en Colonia por el ataque de los hunos, con Atila a la cabeza. Se dice que el bárbaro se quedó coladico de Úrsula pero ella se resistió a sus rudos encantos. Ante el rechazo, Atila hizo lo que todo buen bárbaro debe hacer ante un desengaño amoroso: martirizar a Úrsula y a otras 10.999 vírgenes hasta la muerte. De este modo la imagen de Úrsula fue relacionada con la de la diosa germana Freyja, que protegía a las doncellas vírgenes y las recibía en el más allá si fallecían sin haber perdido la flor.
Sin embargo, nada tiene que ver esta historia –más allá del título- con lo que nos cuenta Enrique Jardiel Poncela en su tercera novela ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?
Jardiel Poncela afronta en esta obra la tarea de subvertir el mito de Don Juan de una forma conscientemente socarrona y paródica, utilizando sus enormes dotes para la escritura humorística. A lo largo de la novela asistimos a una constante desfiguración de los elementos más característicos del mito donjuanesco, cuya finalidad no es más que provocar una risa absolutamente desmitificadora.
La novela nos cuenta las andanzas de Pedro, un Don Juan moderno, que se encuentra ante la horma de su zapato: Vivola Adamant, la única mujer capaz de resistir sus embistes durante su larga carrera de rompecorazones y bajabragas.
Como nos tiene acostumbrados, Jardiel Poncela no deja títere con cabeza. Deforma y caricaturiza hasta el extremo tanto los personajes como las situaciones con los recursos que mejor sabe utilizar: la hipérbole y la antítesis. "Don Juan Tenorio no era, a mi juicio, ni un caso clínico ni un héroe; era, sencillamente, un cretino sin ocupaciones importantes"
Las ocurrencias de Jardiel son, para el que suscribe, de una gran altura humorística y su dominio del español es, en fin, acojonante. Nunca me deja de sorprender este señor. Es difícil no reír ante la retahíla de humoradas en ¿Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?
Si bien, leída con los ojos del hoy, se le puede achacar a la obra una cierta ingenuidad a la hora de retratar las relaciones entre el hombre y las mujeres (la novela fue publicada durante el remanso de libertad que fue la II República y no volvió a ver la luz editorial hasta la muerte del caudillete), lo cierto es que encierra tantas certezas como cuchufletas y burlas.
Como casi todas la obras de Jardiel Poncela, esta novela no se sitúa lejos del Absurdo y en más de una ocasión lo abraza con todas sus consecuencias. Consecuencias afortundas, por cierto. A aquellos que piensan Muchachada Nui, Miguel Noguera o Venga Monjas son un hito del humor absurdo, les recomiendo que le echen un vistazo a la obra de Jardiel Poncela, para saber como se las maneja un genuino fuera de serie (sin desmerecer a los citados, eh). Y es que ya estaba todo hecho por otro antes, y la mayoría de veces mucho mejor.
“Para ser moral basta proponérselo; para ser inmoral hay que poseer condiciones especiales”
Aquí pueden leer la novela.
Al fin y al cabo la gente es igual que hace sesenta años: ellas unas zorras y nosotros unos cerdos. Por eso el hombre es tan animal.
ResponderEliminarQue grande Jardiel, y que poco valorado en nuestros días. El otro día compré en el mercado de San Antonio un libro pulga con cuentos suyos, incluyendo uno escrito sin la letra 'a' y otro sin la letra 'e'.
ResponderEliminarMe ancanta este libro
ResponderEliminarJardiel,Jardiel levántate y anda! (Aunque sea,para hacernos sentir, que nos sentimos como Dios, al leer tus libros).
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