miércoles, 31 de marzo de 2010

Promethea, de Alan Moore

Sophie Bangs es una apocada estudiante que investiga sobre un personaje de ficción que aparece recurrentemente en poemas del s.XVIII, comics de los años treinta y obras de la literatura pulp bajo el nombre de Promethea. Sophie descubrirá que el personaje lleva siglos cruzando la frontera con la realidad, utilizando a artistas y escritoras como receptáculos en el mundo físico, y que ella es la siguiente en la lista. A partir de ese momento se verá perseguida por una pléyade de demonios que intentarán destruirla y realizará un viaje iniciático a través de la cábala, en una ascensión por los distintos planos y esferas de la realidad hasta llegar a Dios, para descubrir que su destino último es servir de agente desencadenante del fin del mundo, lo cual no tiene nada de malo puesto que el mundo no es otra cosa que nuestros gobiernos, nuestros sistemas y estructuras sociales y nuestros miedos y creencias.

Alan Moore, que como otros grandes del cómic (véase Jodorowsky) cada día es más mago y estudioso de lo oculto que artista, firma el guión de esta obra que, si bien es una medida combinación de aventura fantástica y cómic mainstream, es de una madurez espeluznante. No es una lectura ni muchísimo menos fácil. La cantidad de referencias culturales es pasmosa: mitos, literatura victoriana, tarot, ciencia ficción, culturas antiguas... todas las obsesiones del autor británico tienen cabida en esta hija pródiga que se ha convertido en unos de los grandes hitos del cómic en su camino al reconocimiento como arte pleno y legítimo.

Por otra parte estos mundos imposibles no serían visibles sin la abundante imaginería y recursos gráficos de J. H. Williams III. Su absoluto control de la estructura narrativa de la página le permite jugar continuamente con la percepción del lector, en un ejercicio intelectual difícilmente explicable. Todas las posibilidades estructurales de la viñeta son exploradas aquí. Es un digno sucesor de Windsor McCay o Will Eisner en lo que a concepción de la página como un todo unitario se refiere, y enlaza en ese sentido con los trabajos de arte secuencial de Frans Masereel o Max Ernst, superándolos ampliamente.

El contraste entre los dos mundos, el físico y el metafísico, es mayor al situar la acción en un presente alternativo (ya pasado, en realidad) completamente tecnocratizado, donde todas las concesiones a la fantasía y la magia parecen haberse perdido. En este cómic se habla de sexo tántrico, de matemáticas, de filosofía... Y se puede ver a John Dee y a Aleister Crowley jugando una partida de ajedrez (interrumpida por el mismo Mercurio) en el camino a la séptima sephirot.

Cósmico.

2 comentarios:

  1. Una obra recomendablemente espiritual, dadas las fechas que corren. Perfecta para después de tener una buena epifanía con unas cornetas cofrades a lo Sergio Leone.

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  2. Un obra de Moore poco conocida, y a mi juicio de las magistrales, será un clásico con el paso del tiempo, como muy bien has apuntado "de una madurez espeluznante" Muy buen comentario!

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