martes, 16 de marzo de 2010

Trífero, de Ray Loriga

Sin haberle leído ni dos líneas, ya le tenía categorizado como “pamplinas” y consecuentemente vetado. La opción de leer un libro suyo era tan remota para mi como la posibilidad de que el menú de una boda no sea lamentable. Y es que la pose de Ray Loriga me resultaba sumamente desagradable, absolutamente impostada y del todo innecesaria. Quiero decir: ¿qué necesidad había de adoptar una imagen tan ajena, qué necesidad había de cambiarse el nombre de Jorge por el de Ray? ¿Qué necesidad, demonios? Seguro que ninguna, seguro que todo obedecía a una pose bien estudiada. Ray Loriga es un gran farsante, un impostor.

Hasta que llegó a mis manos Trífero. Un librito breve, con letras gordas. Una novelita lumpen, que diría Bolaño. Mi sorpresa fue que Trífero está bien escrito, bastante bien escrito, qué diablos. Casi, casi sin referencias idiotas a la vida soñada por Loriga, esa vida de rock anglosajón, de dylanismo, de moteles de carretera y cantantes alcohólicas. Vamos, que aquí no hay sexo, drogas y rockanrollo.

Mira qué bien.

Saúl Trífero es un español con sangre azul pero sin papel verde, con gusto por las faldas de todos los estilos. Hasta que conoce a una robusta noruega –Lotte- y decide casarse con ella, embelesado por su perfección nórdica. Sin embargo Lotte muere ahogada y Trífero se siente culpable por no haber sido capaz de mantenerla a flote, como alfeñique que es. Así, Trífero emprende una huída hacia delante, a modo de expiación, que le llevará a hacerse pasar por un prestigioso científico especializado en los universos paralelos (universos sombra, le llaman).

De hecho, Trífero podría compartir estantería con Jardiel Poncela o Emilio Carrere casi sin que se le viese el plumero. Y digo casi porque el sentido del humor que impregna la novela es de vuelo rasante en comparación odiosa con cualquier jardielada. No llega a estrellarse nunca y Loriga evita con maña caer en el sentimentalismo y el dramón que la historia podría propiciar.

En fin, la novela se lee en dos viajes de metro largos o cuatro más cortos y no deja mal sabor de boca ni de tiempo perdido. Loriga ha conseguido que le vea con otros ojos, un poco menos prejuiciosos. Sin embargo no me olvido que también estuvo casado con Christina Rosenvinge –la cantante sin voz- y ha escrito y dirigido La pistola de mi hermano y Teresa, el cuerpo de Cristo; lo cual hace que mi recelo siga bien arraigado, junto con cientos de prejuicios infundados pero necesarios.

Trífero hace pasar un ratico entretenido. Y Loriga escribe bastante bien si quiere, parece ser.

La clave está en bastante.

4 comentarios:

  1. Sólo he leído un libro de Loriga, "Tokio ya no nos quiere", una especie de novela cyberpunk, donde las drogas sustituyen al ciberespacio de Gibson. En su momento me pareció interesante ver lo que consigue con un personaje que va cayendo poco a poco en la amnesia total.

    ResponderEliminar
  2. Hola Padawan, y bienvenido.

    Yo no he leído ningún otro libro de Loriga y me sigo resistiendo. Precisamente lo que me sorprendió de Trífero fue la ausencia de los tics más característicos de Loriga (megaurbes, rock, drogas, etc.) No sé, creo que si se dejara de tanta pose me interesaría más.

    Aunque probablemente no es pose y él es así.

    ResponderEliminar
  3. vaya,
    sorprende el desparpajo con que admites los prejuicios que tenías y tienes contra loriga
    muchos o todos tenemos recelos, envidias, fobias y demás, pero la mayoría tendemos a ocultarlas, pues no parecen constituir en modo alguno motivo de orgullo

    ResponderEliminar
  4. Hola Alejandro. No estoy orgulloso de mis prejuicios, aunque parezca lo contrario. Pero hace tiempo que decidí no ocultarlos. El bisoñé siempre llama la atención para mal ¿no crees?

    ResponderEliminar