El Japón Heroico y Galante es como un mapa antiguo, de aquellos que se decoraban con las leyendas sobre determinados lugares y junto a las montañas y relieves dibujaban cocodrilos, tribus armadas y animales extraños; solo que aquí Gómez Carrillo decora la realidad con ficciones, e imbuye a muchos de los ciudadanos anónimos de los que habla del espíritu de épicas de samurais que, en aquel momento estaban siendo promocionadas desde el gobierno para inflamar el sentimiento patriótico. En cierto modo, esta visión que combina los mitos, leyendas y cuentos popularespopulares (y que, repito, el gobierno trataba de hacer pasar casi por verdades en aquel momento) con la realidad nos ayuda a entender por qué durante la II Guerra Mundial, cuando la defensa estadounidense encargó a Ruth Benedict el estudio sobre la mentalidad japonesa que acabaría siendo plasmado en El Crisantemo y la Espada se sorprendían por cosas como esta:
Durante la campaña en el norte de Birmania, la proporción de prisioneros [japoneses] con respecto a los muertos fue de 142 a 17166; es decir, de 1 a 120. Y de los 142 soldados que se encontraban en los campos de prisioneros, todos, excepto una pequeña minoría, se hallaban heridos o inconscientes cuando fueron apresados (…) En los ejércitos de las naciones occidentales, es un hecho reconocido que las unidades no pueden resistir a la muerte de la cuarta o la tercera parte de sus efectivos sin rendirse. La proporción entre los que se entregan y los muertos es de cuatro a uno.
Tras leer El Japón Heroico y Galante podemos intuir qué llevó a ese extremo: extrañas interpretaciones de códigos de caballería (Bushido), reconstrucciones mitológicas y cargadas de épica de hechos históricos, el movimiento oficial del Fukoku Kyōhei (que cuando Gómez Carrillo pisó Japón aún estaba mutando, al ser rescatadas de la tumba interpretaciones más modernistas del Sonnō Jōi) aunque ciertamente con un estilo más literario y menos científico que el de los análisis de Benedict.
Pero Enrique Gómez Carrillo no se queda sólo en el relato de los mitos populares y de la historia corrupta, del análisis de la prosa y sobre todo de la poesía nipona, del arte y las prácticas religiosas: Relata también el sufrimiento y la miseria de los barrios pobres de Tokio, donde cientos de personas malvivían hacinadas con unas monedas al día, y donde muchos de ellos vivían en unas condiciones indignas incluso de la primera etapa de industrialización europea. Ilustra también, cosa no demasiado frecuente en aquella época, la situación de sumisión de la mujer, sobre todo de la mujer casada y de la extraña mezcla de veneración y desprecio hacia las prostitutas. Este último punto está muy bien ilustrado, ya que también cuenta la contratación y encuentro carnal con una de ellas.
Este va a caer, ya lo creo que sí. Desde que he visto la foto de Gómez Carrillo estoy seguro.
ResponderEliminarFelicidades. Hablar de Carrillo es un ejercicio de intelectuales. Es un escritor de calidad. Lástima que lo estamos olvidando con el paso del tiempo.
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