lunes, 8 de febrero de 2010

Providence, de Juan Francisco Ferré.

Siendo ajeno e ignorante de lo que se cuece en el panorama literario español contemporáneo, supe de Juan Francisco Ferré hace tan sólo unos meses, cuando su libro Providence fue finalista del último Premio Herralde de Novela. La avalancha de reseñas y críticas favorables que la novela suscitó (todas glosadas en el blog del propio autor) suscitaron un interés que no suelo tener por la literatura hispana de hoy (mea culpa).

Domingo Ródenas, en el suplemento iCult de El Periódico de Catalunya señalaba que la novela de Ferré “es una obra tensa de ambición literaria genuina, impulsada con vigor por varios afanes encomiables de los que sobresalen dos: poner en cuestión ciertos aspectos del actual mundo globalizado y proponer una forma de novela acorde con la complejidad inabarcable de ese mundo y, desde luego, muy alejada de la panoplia de los realismos convencionales”. En las páginas de El País, Juan Goytisolo apuntaba que Providence “es una novela ideal para quienes conciben la lectura como una incursión en lo desconocido” y añade que “el autor de Providence ha escogido con valentía el texto literario frente al éxito fácil y visibilidad mediática del producto editorial” Por su parte, Juan Antonio Masoliver, del suplemento Cultura/s de La Vanguardia, loaba la obra en los siguientes términos: “Providence es una novela sumamente compleja y ambiciosa, dentro de la línea catastrófica o apocalíptica, surgida de la tecnología y del terrorismo en todos sus niveles, tan frecuentada por la nueva novela española. Controlada por su autor hasta su más mínimo detalle, dudo que pueda esperarse lo mismo del lector, en un momento en que este tipo de narrativa heterodoxa, paródica, destructiva y exigente camina por una senda mucho más espinosa que la de los cada día más celebrados best-sellers”. Podría poner muchos más ejemplos en esta línea, pero creo que ya queda claro que la nueva novela de Ferré ha sido un triunfo crítico en toda regla. Toda esta unanimidad debe contener algo de verdad, me dije, y, qué diantres, después de leer tanto parabién no pude resistirme y me hice con el libro (19’95€).

Providence es la historia de Álex Franco, un joven cineasta español cuyo primer largometraje ha sido estrenado en el festival de Cannes con éxito moderado y disparidad crítica, que recibe el encargo de terminar y filmar un guión llamado Providence, que comparte nombre con un videojuego de funestas consecuencias para sus usuarios. Al mismo tiempo, Franco es contratado como profesor de cine en la Universidad de Providence, Massachusets, lugar de nacimiento de H. P. Lovecraft.

Providence, Providence, Providence y más Providence. La palabra se repite hasta la náusea en el libro.

Confieso que he sido incapaz de descubrir un ápice de esa ambición literaria genuina, esa complejidad estructural, esa narrativa heterodoxa de las que hablaban los críticos. Supongo que se trata de mi, pero en Providence sólo me he encontrado con una sucesión de ideas (vagas) cuyo nexo de unión a mi se me escapa por completo, tal vez por esa supuesta complejidad. También me he encontrado con un estilo narrativo plúmbeo y con una enorme pretensión por trascender en cada párrafo. En definitiva, me he topado con un autor más preocupado en glosar todas sus ocurrencias a modo de grand collage que por enhebrarlas coherentemente e incluso, por qué no, desechar las más chirriantes (que las hay).

No diré que Providence es una mala novela. A tenor de lo que dice de ella la crítica profesional está plagada de aciertos y se inscribe en la más trillada posmodernidad (ya salió la palabra, lo lamento), pero yo me he llevado una tremenda decepción con ella. No soy contrario a la experimentación, todo lo contrario, pero sí a lo improcedente, lo gratuito y lo vanidoso. Y Providence no me ha parecido más que un enorme y gratuito masaje al vanidoso ego de su autor.

Aunque es muy probable que ande errado y haya metido mis manazas en algo que no alcanzo a comprender. Quién sabe.

3 comentarios:

  1. Y ahora se me ocurre añadir el sindiós de referencias PoP que esta nueva ola de literatos hispanos maneja, ejemplificada a su pesar (o no) por la denominada Generación Nocilla en la que si bien Ferré no se inscribe de pleno derecho, sí que se le podría considerar padre putativo o hermano bastardo de la misma.
    ¿Para qué sirve la acumulación y el posterior vómito de datos, referencias y golpes en el pecho? ¿sirven para contextualizar? ¿a qué necesidad responden?
    A mi todo esto me supera.

    ResponderEliminar
  2. ... y no se podían haber esmerado con la portada?? Con lo poco que cuesta hacer una bonita...

    Tomo nota

    ResponderEliminar
  3. No me gusta poner comentarios en entradas antiguas, pero es que acabo de terminar Providence, después de arrastrarlo durante dos o tres semanas por el metro y arrastrarme yo a la vez por sus páginas, y madre de Dio, quién me mandaría a mí. Me pasó lo mismo que a ti, y me deslumbró la crítica. Pero claro, tendría que haber rascado un poco, y haber pensado con la cabeza, y haber sabido ver el círculo de favores al que pertenecen los críticos favorables. Es curioso que todas las críticas favorables vengan del entorno nocillero, desde miembros oficiales a aquellos que pretenden conseguir un poco de su éxito aunque sea por proximidad, mientras que las críticas ajenas a este grupo son unánimes: es una puta mierda. Incluso dicen que es una crítica a la industria cultural (cinematográfica) española y sigue al pie de la letra la cadena de chuparse unos a otros las pollas en cuanto se publica un libro de algún amiguete. Cambian las caras para que todo siga igual.

    ResponderEliminar