
A mediados del siglo XXII la Humanidad se ha visto obligada a abandonar la Tierra, convertida en un erial radiactivo no apto para la vida, tras un desastre ecológico de magnitudes titánicas. Lo que queda de
la raza humana ha conseguido exiliarse en la Luna y vive en seis gigantescos
domos que albergan megalópolis de millones de habitantes; a la espera de que llegue el día en que la Tierra se recupere y puedan volver a ella.
Un siglo después del obligado exilio, en el año
2267, la Tierra solo es un recuerdo y una página en los libros de texto selenitas.
Takeru, Kazuma y Bismarck son tres adolescentes que viven en el mayor de los domos lunares,
Eden City, y cuya pasión son las carreras de
vehículos (una suerte de motocicletas modificadas) en El Tubo. Pero durante su participación en una carrera ilegal las cosas no les salen como deberían y son castigados a realizar trabajos comunitarios en la superficie lunar. Unos trabajos que les llevarán a descubrir un
secreto que podría cambiar la hasta entonces
idílica sociedad lunar.

Así comienza
Freedom Project, el último proyecto de anime de
Katsuhiro Otomo, el creador de hitos de la ciencia ficción como
Akira o
La leyenda de Madre Sarah. La gestación de esta miniserie de seis capítulos responde a una idea tan bella como imposible en cualquier otro sitio que no sea Japón: se trata de un encargo de
Nissin Cup Noodles, una compañía de tallarines precocinados, para conmemorar su 35º aniversario. ¿Las condiciones? Completa libertad creativa y realizar
product placement en cada uno de sus siete capítulos.
Sin embargo, y aunque muchos pueden considerar
Freedom como un Otomo menor (cabe mencionar que la dirección de la serie corre a cargo de
Shuhei Morita) debido a su naturaleza de encargo, la obra contiene todas y cada una de las señas de identidad del autor nipón: motocicletas ultra-avanzadas, tecnología punta, adolescentes sin familia y post-apocalipsis
at its best.
Como Kaneda en Akira,
Takeru, el protagonista de
Freedom Project, es un muchacho aficionado a las carreras de motos sin familia conocida y siempre rodeado de sus amigos y compañeros de correrías. Sin embargo, a diferencia del primero, Takeru no es un joven delincuente inadaptado social, sino un
adolescente en plena ebullición hormonal que haría cualquier cosa por estar cerca de la chica que le gusta. De este modo, y a pesar de contener más de un punto en común con la emblemática obra de Otomo,
Freedom es mucho más luminosa y optimista, en la que el humor forma parte sustancial de su ADN; contrariamente a la oscura Akira.
El diseño de los personajes y el entorno es -como siempre que Otomo se pone manos a la obra- de un nivel excelente;
muy por encima de lo que el anime nos tiene acostumbrados. En cuanto a la animación, sin ser la mejor que hemos visto en un producto que lleva la firma de Otomo, es mucho más que correcta, también a una sideral distancia de la media (Studio Ghibli aparte).
Freedom Project es, en definitiva, un producto nacido de una estrategia promocional pero hecho con mucho amor. Una especie de golem excepcional de naturaleza contradictoria, pero adorable, que merece su visionado.