miércoles, 9 de junio de 2010

La guerra interminable, de Joe Haldeman

Seamos honestos: puede que la Guerra sea una desgracia para la humanidad; los ejércitos, sistemas masivos de lobotomía y trepanación de individuos; la industria armamentística, un medio para mantener el status quo de poder y terror... y sin embargo la Guerra no deja de ser una materia prima excelente para pergeñar historias. Oro puro para novelistas, independientemente de la ideología que profesen. Ya se desvíen a la derecha o a la izquierda, si echamos la vista atrás, la literatura está llena de pequeñas obras maestras que deben su belleza y anómala perfección a las vicisitudes bélicas que directa o indirectamente su autor tuvo que sufrir.

Precisamente éste es el caso de Joe Haldeman, veterano de la guerra de Vietnam y autor de La Guerra Interminable, probablemente una de las novelas del género más aplaudidas y leídas. En contraposición clara y abierta a lo que se había escrito hasta ahora en la ci-fi, con Brigadas del Espacio, de Heinlein, como cima y paradigma del género; La Guerra Interminable se postula como un negativo de la apología belicista. Se trata de una novela profundamente antimlitarista.
Donde había heroísmo, Haldeman habla de suerte, donde había grandes batallas, Haldeman describe asépticos enfrentamientos militares en los que los antagonistas casi no tienen contacto directo; y donde había disciplina, Haldeman nos muestra sumisión y fatalismo.

La Guerra Interminable es la historia del soldado William Mandella, alistado a la fuerza en el ejército que se enfrentará a los Taurinos, la única especie inteligente con la que la humanidad ha topado en su expansión por el universo. Mandella forma parte de los primeros escuadrones que deben enfrentarse contra los Taurinos en el espacio, a finales del siglo XX.
Haldeman afronta así el reto de reflejar una guerra espacial de la forma más realista posible, una guerra en la que la teoría del tiempo relativo es un factor decisivo y determinante en la historia. Así, mientras un soldado está viajando durante diez meses por el espacio en busca de Taurinos a los que aniquilar, en la Tierra el transcurso temporal es mucho más acelerado, llegando a los 10 años o incluso más. De este modo, asistimos con fascinación a los permisos concedidos a los soldados supervivientes, cuyas visitas a la Tierra o cualquier otro planeta colonizado por el hombre son puros viajes en el tiempo. Viajes que atestiguan la evolución de la humanidad como una escalada de paranoia y control militar.

Haldeman pone el acento del sinsentido de la guerra cuando nos explica las casi inexistentes posibilidades de supervivencia de cualquier soldado alistado. Unas posibilidades que, paradójicamente, son incluso menores en la navegación interestelar o en los entrenamientos, que en las situaciones de verdadero combate. De esta manera, Mandella, un auténtico antihéroe atrapado por sus circunstancias, va escalando posiciones en el escalafón militar terrestre debido, básicamente, a que la suerte se ha impuesto a la muerte ridícula.

Por el contrario, uno de los elementos que más pueden chirriar al lector actual es el tratamiento de la sexualidad que Haldeman utiliza para reflejar el control al que es sometido la humanidad: la obligatoriedad de ser homosexual como instrumento de control de natalidad es, cuanto menos, una idea inocente, por no decir peregrina.

Cabe destacar que todas la versiones traducidas al castellano de La Guerra Interminable están incompletas, pues el primer borrador de Haldeman sufrió una serie de recortes. No sé muy bien si se trató de “sugerencias” del editor o, directamente, de censura, pero lo cierto es que la versión íntegra original sólo se puede encontrar editada en inglés. Este reseñista sólo ha leído la versión castellana, pero nuestro compañero Folken se hizo con la versión completa y nos comenta que, si bien el sentido de la obra no se ve alterado ni un ápice, las partes eliminadas sí que desarrollan con mayor detalle el régimen dictatorial que la humanidad impone y sufre a lo largo de los siglos.

Sin ser Haldeman un maestro de la pluma y el tirabuzón estilístico, la narración goza de pulso, fluidez y, sobre todo, autenticidad. La lectura es ágil y absorbente, y resulta del todo imposible no identificarse con Mandella, un hombre de sus tiempos, que acepta su insignificancia ante lo absurdo del universo.

En conclusión, un libro magnífico que trasciende las fronteras del género para convertirse en una obra profundamente ideológica y humanista. Una novela que yo suelo recomendar a aquellos que nunca han leído ciencia ficción y creen que ésta solo es una mezcolanza de navecicas, rayos láser y marcianicos verdes.

9 comentarios:

  1. Leí esta novela hace bastante tiempo, y no guardo demasiados recuerdos sobre ella. Quizá el más interesante es cómo extrapola lo que se ve en tantas películas sobre Vietnam, el tópico del veterano incomprendido y superado por la sociedad (vease Rambo) pero aquí llevado al límite, por los efectos del viaje relativista.

    Muy interesante la reflexión sobre la suerte, es algo que se suele tratar en las novelas (o películas) bélicas, pero desde una perspectiva más superficial. Deberían hacer una película sobre el entrenamiento de unos aguerridos marines, ver cómo se preparan para conquistar a los japos algún atolón perdido de la mano de dios, y que en el viaje, en mitad del Pacífico, aparezca un avión, bombardee su barco y mueran todos, sin haber pegado ni un tiro.

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  2. Leyéndoles dan ganas de volver a la senda SciFi!!

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  3. Vaderetro, esa senda jamás debió abandonarla. Vale que hay mucha morrallica, pero también jodidos tótems. Se lo recomiendo!

    Padawan, esta reseña viene a colación de una relectura, si tiene tiempo haga como yo. Además, Mandella es un personajazo.

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  4. ¡Novelón!

    Y morralla somos todos. Quiero decir qué el lector de SciFi está más preparado para la vida en general y en particular para el inminente Apocalipsis, pues la cantidad de morralla que ha ingerido es muy superior a la media.

    Deberíamos ser santificados en lugar de vituperados, mendiós!

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  5. Las palabras de Don Vida Puta son luz verdadera.

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  6. Ahora que hablamos de la luz verdedera de un hombre verdadero y traemos a colación la literatura fascistoide y la antimilitarista, a ver cuándo alguna de vuesas mercedes se trae hasta aquí un téxtulo apetecible sobre "El Sueño de Hierro" de Norman Spinrad, esa novela increíblemente divertida a la par que esquizoidemente hijoputesca, una suerte de Quijote Terminal antisemita de la Dark Fantasy High Tech, si es que esa mierda de etiqueta quiere decir alguna condenada cosa.

    Claro que, pensándolo bien, "El Sueño de Hierro" es literatura antifascistoide militarista, pero qué más da.

    ¡Que alguien le dé dinero a Verhoeven para que la filme ya, mendiós!

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  7. Don Vida Puta, no tenía la menor idea de que existiese tal libraco. Ya me pongo a olfatearlo hasta dar con él.

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  8. ejpoilers


    Me he leído la versión censurada y la sin censurar. La sin censurar lo que añade es cafrez al volver a la tierra: En la censurada vuelven porque la alienación que les produce la tierra por la dictadura bla bla. En la otra vuelven porque la tierra es una locura completa y absoluta.


    Fin de Ejpoilers

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