miércoles, 5 de mayo de 2010

Blankets, de Craig Thompson


Con un marcado carácter autobiográfico, Craig Thompson enfoca esta historia de amor adolescente desde una perspectiva poco metafórica, muy cotidiana, pero sin desvirtuar su misticismo y su magia inherentes con un acercamiento realista o psicológico. No hay interpretación o doble lectura, esta es una historia de amor pura y elevada, imbuída de un cierto sentido religioso. Pero no es un amor ñoño o romántico, sino que tiene los pies (y el trazo del lápiz) muy en la tierra.

(¡Spoiler!) A pesar de que el grueso del volumen se concentra en el periodo adolescente simbolizado en la relación con Raina, la historia se articula en torno a tres periodos. En primer lugar la infancia, empapada de una atmósfera opresiva y desesperanzadora, marcada por los abusos y el desvalimiento en un entorno familiar severo y tradicionalista cristiano, que sin embargo funciona a la perfección como metáfora (esta parte sí) del periodo mítico de conformación de la psicología y la historia humanas y en este caso de los personajes de Craig y su hermano menor. Aquí se asumen los roles y se adoptan las imágenes y creencias que darán sentido al resto de la historia. En segundo lugar la adolescencia, donde la inadaptación social del personaje tiene como consecuencia la entrega física y espiritual a una relación de amor inocente y mística, en una forma de comunión monoteísta, con la figura de Raina como objeto de adoración. La difícil convivencia del deseo adolescente con la religión culmina hacia el final de este bloque con la reconciliación de ambos principios motores. Sin embargo la metáfora visual de la despedida en el parking resume perfectamente la evolución de la trama y su siguiente y último estadio, la edad adulta, que corona el relato a través del abandono del hogar familiar, la pérdida de la inocencia y la llegada del escepticismo religioso y vital. Craig quema (literalmente) su pasado y asume de forma consciente las vivencias acumuladas como un proceso de aprendizaje para enfrentarse al mundo exterior, en el que el único elemento de referencia con el pasado es la renovación de la relación con su hermano, que pasa a ser un igual y no una responsabilidad.

Hay en esta obra un gran amor por la belleza de la obra de Dios, pese a reconocer que ésta se encuentra rodeada de dolor y vulgaridad. Es, paradójicamente, un canto a la vida y a su naturaleza efímera desde el desencanto y la asunción de la existencia del sufrimiento. Pero no es una oda grandilocuente, sino que está dibujada y contada de forma sencilla y humilde, desde las situaciones más terrenales. Y es ahí donde reside su grandeza. Pocas obras en este género nos hablan de cosas tan universales como la belleza, el amor, el miedo o el desencanto e incluso de conceptos religiosos tan complejos como la culpa, la compasión y el pecado desde lugares tan comunes como el chico-conoce-chica adolescente.

4 comentarios:

  1. Y en breve una interpretación más íntima de lo que me ha supuesto esta lectura en elcorderonosecome.blogspot.com

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  2. Esta vez voy a disentir. A mi Blankets me pareció un enorme pastel de azúcar: hipercalórico, empachoso e indigesto.
    Yo sí que vi una ñoñería extrema que no soporté ¿Y los personajes? Joder, me apetecía darle una colleja a todos.

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  3. Si sólo fuese la historia de la relación con Raina, acepto. Pero hay que verlo en su contexto. En primer lugar, si no se pierde de vista el tema religioso la historia cobra un sentido muy pleno. También es verdad que si no se ha vivido una historia similar es difícil apreciar los matices debajo de tanto pastel, pero ¿quién no la ha vivido? Por eso digo que la narración no pasa por el tamiz de la experiencia adulta y su interpretación psicológica. Esta historia no nos la cuenta el Thompson adulto, nos la cuenta el Thompson adolescente, con todo el azucarazo que se tiene a esos años. La historia es muy pastel porque tiene que serla, porque fue así. No es Proust agonizando en su cama contándonos sus recuerdos, sino que se coloca en ese pasado como si fuera el presente y nos lo cuenta tal y como se sentía en ese momento. Ese viaje al pasado emocional, a decir las cosas como las hubieras dicho entonces pero con tu pericia técnica actual es tremendamente complejo de conseguir. El azúcar está ahí adrede.

    Y algunos de los pasajes de la parte ambientada en la infancia me parecen de lo más bien hecho del cómic moderno.

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